martes, 10 de enero de 2012

Enamorada de mi sirvienta


Mi nombre es Denisse, debo decirles con todo orgullo que ahora sé que soy totalmente lesbiana, enamorada de una mujer que me corresponde, pero debo confesarles que estuve casada con un hombre, de quien tengo un solo hijo varón. Con gusto comparto con las mujeres que aman a otras mujeres estos hechos reales de mi vida.
Cuando me divorcié del padre de mi hijo decidí darle un giro a mi vida, totalmente convencida de quedarme para siempre me fui a vivir a la hermosa ciudad de Mérida, Yucatán, con mi hermana la mayor, quien ya lleva varios años viviendo en ese lugar con su familia, mi hijo prefirió quedarse con su padre y yo respeté su decisión, lo único bueno es que viene a verme muy seguido. Después de algún tiempo pude conseguir mi propio departamento y un buen empleo pero demasiado absorbente, necesitaba una sirvienta, una muchacha que me lavara, planchara e hiciera el aseo que yo no podía hacer, finalmente llegó una chica morena, delgada, oliendo a jabón, no era una belleza pero había mucha coquetería y cachondería en ella, con ese peculiar acento al hablar, traía consigo muy buenas cartas de recomendación, me dijo que incluso había trabajado para matrimonios extranjeros y así debió ser, pues una de sus cartas estaba firmada por un tal Mrs. Walsh, o algo así, maravillada le pregunté si hablaba inglés pero la respuesta fue negativa, me dijo que esas personas hablaban español de manera muy entendible para ella, en fin, eso sería lo de menos.

Mi princesa maya resultó un torbellino para el hogar, todo estaba impecable, siempre me atendía con la mejor de sus sonrisas, con ese modo tan particular que en verdad me hacía sentir como la patrona. Cierto día llegué a casa derrapando, pues tenía una cena importante en menos de dos horas, le pedí a la princesa maya que me preparara toallas para darme un baño rápidamente, apenas empezaba a pasarme el jabón por mi cuerpo cuando ella entró al baño, yo pensé que solamente iba a dejar las toallas y mi bata, pero sin avisar siquiera abrió la cortina y entró a la regadera, iba solamente cubierta por su ropa interior blanca, de esa grande que es toda de algodón, del tipo que usaban las abuelas, mi reacción fue inmediata, cubriéndome con las manos le grité furiosa:

¡¡¿¿Pero que haces, idiota!!??, ¡¡sal de inmediato de aquí!!
-Ay, patrona, no se enoje conmigo, usted me dijo que se tiene que bañar muy rápido, permítame ayudarla, yo se tratar muy bien a las señoras de la casa, verá que en dos minutos ya está lista-

Y antes de que yo pudiera echarla de ahí, ya había tomado el jabón y sus manos suaves lavaban mi piel, esa sonrisa coqueta aparecía de nuevo en su rostro, de haberlo querido la hubiera corrido a patadas, pero no fue así, algo me detuvo, me sentía muy rara, ruborizada, pero al ver que al contacto con el agua sus prendas intimas se transparentaban dejándome observar esa mata de negros vellos en medio de sus piernas, esos lindos pezones, le permití terminar de bañarme, hasta ese momento jamás me había sentido atraída por las mujeres, pero al ver a mi princesa así, fue el comienzo de que algo cambió en mi para siempre, cambió para mejorar mi vida.

Efectivamente, en dos minutos, a lo mucho tres, yo ya estaba bañadita, ella misma me secó con la toalla, puso mi bata y de la mano me llevó a mi recamara, miles de pensamientos ya pasaban por mi cerebro, pero recordé que mi cita era muy importante y consideré que ya era suficiente, le pedí que me dejara sola, se secara y se cambiara de ropa, pues no quería que se fuera a enfermar.

Al pasar el tiempo nuestra relación se hacía cada vez mejor, ella me sonreía y me cerraba el ojo en repetidas ocasiones, contoneaba de forma exagerada sus nalgas al pasar frente a mi y supuse que mi sirvienta me coqueteaba e incluso pensé que trataba de seducirme, mi lado heterosexual se resistía pero mi lado lésbico se acrecentaba más, después de mi divorcio no había tenido alguna otra relación y obviamente deseaba a alguien que me acariciara, decidí confirmar mis suposiciones de una vez por todas, la idea de tener relaciones con la sirvienta se hacía cada vez mas fuerte, ya habían pasado varios días de aquel baño que ella me dio y no se había vuelto a repetir, por lo que sería un buen pretexto, iba a dejar a un lado cualquier prejuicio, tenía que jugarme el todo por el todo si es que quería averiguar sí efectivamente mi criada quería algo más conmigo o simplemente era su muy particular estilo de tratar a la patrona.

Esa misma noche entré al baño a darme la ducha, desde ahí le grité a mi nena que trajera la toalla, estaba totalmente consciente de lo que iba a ocurrir después, en un segundo ella ya estaba haciendo a un lado la cortina, sonriéndome como siempre, yo me encontraba de espaldas y girando el cuello le devolví la sonrisa, ahora yo era la que contoneaba mis nalgas para que se deleitara viéndolas, cuando ella empezaba a frotar mi espalda giré para que ambas quedáramos de frente, mi corazón amenazaba con explotar en el pecho y haciendo a un lado el pudor y los nervios me mostré ante ella con toda mi desnudez expuesta.

¿Te gusta mi cuerpo?, le pregunté emocionada.
-si patrona, es usted muy linda-

Pensé que al preguntarle eso se iba a turbar, pero su respuesta fue firme y eso me dio más confianza, era la hora de tomar al toro por los cuernos, junté mi cuerpo con el suyo, ella entendió que en esta ocasión yo no llevaba prisa alguna y que no iba a ayudarme precisamente con mi baño, la abracé por la cintura y por fin nos besamos, primero tímidamente, después con pasión, nuestras lenguas se entrelazaban una con la otra, mis manos desabrocharon su brasier y esos senos morenos y hermosos por fin aparecían ante mi y sin pensarlo los besé, sus pezones duros son de un color cafecito precioso, sus manos recorrían mi espalda, apretaban mis glúteos, las subía para llegar a mis pechos y yo correspondía de la misma forma, con sumo placer y deleite bajé sus pantaletas, me puse de rodillas y miré embelezada su vulva, era la primer vagina que veía de otra mujer e instintivamente mi lengua se abrió paso entre sus pliegues, saboreándola de arriba a abajo sacándole algunos gemiditos de placer, después le pedí que se pusiera de espaldas a mí y sus nalgas morenas quedaron ante mis ojos, las besé, las mordí con pasión y delicadeza, se inclinó un poco hacia delante para que yo tuviera una mejor visión y creo que aprendí rápido pues mi curiosidad y excitación estaban a mil y con ambas manos separé los cachetes de su trasero y pude ver ese círculo de color negro rodeado por algunos pelitos y mi calentura se fue a las nubes, el agua tibia caía sobre nosotras, éramos dignas de ser inmortalizadas en alguna de esas pinturas de desnudos femeninos.

-Espera, le dije con voz jadeante-, vamos a otro lado.
Cerré las llaves del agua, nos envolvimos con las toallas y como niñas traviesas y juguetonas salimos del baño entre risitas y manoseos, al cerrar bien la puerta de mi recamara supe que ese día lo iba a recordar para siempre.

Mi princesa me hizo ver estrellitas, digna hija de tierra caliente resultó ser una fiera en la cama pero con detalles de ternura que me derretían, parecimos dos animales hembras en celo, dos ninfas del bosque, ella fue mía y yo fui suya, me hizo sentirme toda una mujer, su mujer, nada que ver con mi vida de casada, su lengua, sus dedos mágicos entraron en cada orificio de mi cuerpo haciéndome temblar de placer, me puso en cuatro simulando una penetración y estimulaba con sus manos expertas mis pezones, mi zona intima, de repente la punta de uno de sus deditos le daba pequeños piquetes a mi ano haciéndome poner los ojos en blanco, posteriormente con su sexo frotaba el mío acomodándose como solo ella sabía hacerlo y cuando fue mi turno yo le hice lo mismo, dado que era mi primera vez con otra mujer siento que no lo hice tan mal, de igual forma mi lengua, mis manos recorrieron sus puntos más sensibles, por supuesto hicimos el 69, si es que así se le llama también entre mujeres, sus jadeos me ponían extremadamente cachonda hasta que por fin sentí un calorcito muy rico que se acrecentaba en mi vagina cada vez más y más amenazando con esparcirse por todo mi cuerpo y no pude evitar que un grito saliera de mi garganta – ¡ahh, aahhhhhhh, aaaahhhhhhhhhhhhhh!-, con toda seguridad los vecinos me habían escuchado, pero eso no importaba, mi cuerpo se aflojó por completo y me dejé llevar por esa indescriptible sensación, ¡fue el mejor orgasmo que pude haber tenido, y fue gracias a mi princesa!, hacer el amor con ella, con esa mujer, mi reina, fue súper excitante, un millón de veces mejor que hacerlo con un macho.

Terminé agotada, mi princesita se acomodó entre mis brazos, nuestras piernas estaban entrelazadas, me besaba tiernamente los hombros, la cara, la boca, abrazadas sentíamos el latir de nuestros corazones, pero yo tenía que hacerle algunas preguntas que me inquietaban, dejé pasar unos minutos para recuperarme un poco y con una vocecita entre exhausta y satisfecha empecé a cuestionarla:

Nena, ¿ya habías estado con mujeres, has tenido novio, eres lesbiana o eres…?
-¿Qué es eso, patrona?, interrumpió ella.-
Me refiero a que sí solamente te gusta tener relaciones con mujeres, ¿o lo has hecho con algún hombre también?
-ah, bueno, tuve un novio con el que hacíamos “cositas”, pero se fue del pueblo-
¿Y entonces cómo fue que te empezaron a gustar las mujeres?
-ah, fue cuando trabajé para los gringos, pedían que les llevara una botella a su recamara y cuando entraba a dejarla los dos estaban encuerados, recuerdo bien que la señora solo ordenaba: “desnudar toda, dar tus pantis a esposo” y me metiera a la cama con ella para “jugar un poco” y al patrón le gustaba vernos mientras se tomaba su copa, luego el señor se acostaba con nosotras y me ordenaba que...

¡¡Calla, no sigas!! La interrumpí totalmente sorprendida e indignada por esas declaraciones, me entristecí y me dio coraje saber que debido a su ignorancia sus ex patrones se aprovechaban así de ella, al notar mi molestia me dijo muy tiernamente:

-No se enoje, patrona, ellos me daban regalos y mucha comida para llevar a mi casa, decían que era parte de mi trabajo, decían que siempre debo de tratar muy bien a los señores de la casa porqué si no lo hacía me iban a correr-
¡Claro, además de tu sueldo te daban todo eso a cambio de que tú les dieras las nalgas a ambos!, ¿entonces, esto que acabas de hacer conmigo es parte de tu trabajo, para que no te despida y te regale cosas?
-¡No, no!, ¿cómo cree?, usted me gustó desde el primer día, y además, ¡la quiero mucho, patrona!, y si usted quiere, yo nada más voy a ser suya para siempre y haré todo lo que usted me pida, todo.-
Al ver sus ojitos llorosos comprendí que estaba siendo totalmente sincera conmigo y eso me tranquilizó, finalmente ella no tenía la culpa de estar tan necesitada y de las perversiones de sus ex jefes, aunque honestamente sí llegué a pensar que tal vez su propia naturaleza fogosa le dictaba participar de forma consciente en esos encuentros, sea como fuere no me iba a mortificar por eso, le dije que ya no llorara y que de ahora en adelante íbamos a ser novias, pero que no descuidara la casa, aunque sus obligaciones por supuesto disminuyeron.
Cuando desperté al día siguiente mi princesa ya tenía el desayuno listo, sin dejarme levantar de la cama ella misma me vistió por completo, prenda por prenda, mientras me colocaba las pantaletas besaba mis piernas, mi monte de Venus, descargas de electricidad me recorrían de nuevo, continuó con el sostén y ahora los besitos eran en mi espalda, hombros, cuello, una playera y un short completaron su trabajo, cepilló mi cabello y con todos esos detalles casi me hace llorar de felicidad.

Todo marchaba de forma excelente, ya le había dicho que no me llamara patrona pero no me hizo caso, seguía llamándome así, y para serles sincera, a la hora de la intimidad me excita que me diga así, y como dije líneas arriba, en la cama nos acoplamos muy bien, y en todo lo demás igual, una noche me dijo las palabras mágicas: ¡la amo, patrona!, ¡y yo a ti!, le respondí con todo mi corazón.

Un buen día fui a un centro comercial y le compré ropa interior nueva a mi reina, y de paso a mí también, ya no deseaba seguirla viendo con esos calzones grandes y feos, compré tangas para ella y para mi, ligueros, medias y otras prendas lindas, deseaba verla muy sexy y que ella me viera así a mi también, esa misma noche le pedí que me modelara sus nuevas prendas intimas, al verla enfundada en ese coordinado de medias, liguero y tanga en color negro mi pulso se aceleró, el delgado hilo se metía de una forma muy excitante en medio de sus nalgas, y ella sintió lo mismo al verme con mi baby doll de color rojo, también con una diminuta tanga de encaje y medias del mismo color, hicimos el amor hasta caernos de la cama y azotar en el suelo, resultó ser más escandalosa que yo a la hora de llegar al orgasmo.

En alguna ocasión, debo confesarlo, pudo más mi morbo que cualquier otra cosa, le pedí a mi linda mujercita que me terminara de platicar todo lo que sus ex patrones los extranjeros le hacían y le ordenaban hacer cuando les llevaba el licor a su habitación, finalmente ya no teníamos secretos y ese ejercicio de sinceridad nos sirvió a las dos para sentirnos más liberadas, pues ella también pidió que yo le contara detalles de mi vida.

Mi alegría era (es) inmensa, hasta que una llamada de mi hijo, diciéndome que vendría a verme en una semana me hizo aterrizar en la realidad, hasta ese momento no había pensado en decirle que ahora ya era lesbiana, no sabía cómo hacerlo y no se lo iba a ocultar nunca, me armaría de valor y se lo confesaría esperando su comprensión, no había de otra, por supuesto lo platiqué con mi amada y ella de inmediato me dio su total apoyo, afortunadamente ya me había sincerado anteriormente con mi princesa diciéndole que soy madre, lo cual le dio mucho gusto.

Llegó mi vástago a visitarme y yo estaba muy feliz de tenerlo conmigo, cuando le confesé de mis preferencias y de que amo a esa mujer al principio sí se sorprendió mucho, pero con una gran madurez me dio todo su apoyo diciéndome que solo quiere mi felicidad, él, al igual que yo, no tiene ningún prejuicio con las clases sociales, el color de la piel o las preferencias sexuales, amo a mi hijo y el a mi, no puedo ser mas dichosa.

No descarto la idea de volver a contraer matrimonio, estoy segura que en esta ocasión, con mi princesa, será para siempre, tal vez en un futuro no muy lejano viajemos a la Ciudad de México a realizarlo, como ustedes saben, allá sí se pueden casar personas del mismo sexo, esa idea nos vuelve locas a las dos de felicidad, ¿y quien creen que podría ser mi testigo?, efectivamente, mi hijo lindo.

Un beso a todas, escríbanme mucho para hacer nuevas amigas y compartir vivencias, experiencias y anécdotas.
profa_denisse@hotmail.com

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