domingo, 1 de enero de 2012

Sexo increíble con mi follador semidesconocido

Un día cualquiera por el centro de Madrid me encuentro con mi misterioso amigo. Resulta agradable y divertido. Me corteja con interés aunque sin descaro, y me hace sentir bastante cómoda. Mi nombre es Vane, y tenía 20 años. Mi nuevo amigo se llama Alberto, y tenía 31.
Después de nuestra tranquila tarde de Coca-Cola y parque, nos dimos el número de teléfono, aunque dudaba de decidir volver a verlo. Sinceramente, me resultaba demasiado mayor para cualquier interés, tanto para pasar el rato dando un paseo, como para pensar en tener una futura amistad con él. No me planteaba ningún proyecto de mantener ningna relación con esta persona en el futuro (comerme la cabeza sobre lo que voy a hacer o dejar de hacer, nunca ha estado entre mis planes).
Sin embargo, el aburrimiento y el "buenrollismo" me llevaron a seguir hablando con él, en este caso, por Whats App. Por su trabajo, él viajaba, por lo que pude darle largas respecto a volver a quedar. No me apetecía mucho tener que volver a ver a un semidesconocido, por muy cómoda que hubiera estado con él. Así que, la cosa seguía en un cómodo y continuo ambiente de relación cordial, sin más tensiones.
... según a lo que llamemos "tensión". Empezamos a hablar de algunas cosas un tanto íntimas. En cuanto la confianza aumentó un poquitín, nos dejamos llevar por la comodidad de la vía de comuniación, y nos contamos cosas que, quizá, se nos escaparon de las manos (creo que él tenía todo muy bien atado). Acabó ahondando y sabiendo que yo aún era virgen, y que mi experiencia con chicos era muy limitada, junto con

mi capacidad de sentirme cómoda con el contacto humano en general... siempre fui un poco fría en ese sentido.
- Quiero que pierdas la virginidad conmigo.
Ése era el cariz que tomaron nuestras relaciones a partir de cierto momento. Empezó a perder la mesura que lo caracterizó en nuestro primer encuentro. Me decía lo mucho que le ponía mi cinturita delgada, que, junto con mi joven edad, le provocaban tanto que se volvía loco por poder tener sexo conmigo.
Con el paso del tiempo, empecé a mostrarme más receptiva a sus juegos y "halagos" (una no es de piedra, con 20 añazos...), que no quedaron en sólo eso.
- No tenemos por qué hacerlo, podemos, simplemente, disfrutar un poco los dos tocándonos. Me encargaré de que te sientas cómoda y de que disfrutes. Todo irá muy despacito.
Hasta aquí una aguantaba medianamente bien...
- Me encantaría comerte el coñito, ese chochito virgen tan rico... . ¿Lubricas bien? Eso hará las cosas más fáciles para ti, y podrás dar mucho placer a los hombres. Empezaré besándote en la boca, después bajaré por tus pechitos hasta llegar a tu chochito virgen. Te meteré la lengua por tu agujerito... después un dedo, y otro...
Con esta clase de conversaciones, me aburría lo justo. Nos masturbábamos juntos vía esta fría y asquerosa forma de comunicación, por donde me mandaba fotos de su, todo hay que decirlo, pedazo de polla, que, a pesar de mi escasa experiencia (nula...) me impresionaba bastante (en el buen sentido). Tras mucho insistir sobre lo bien que estaría disfrutar de todo ese buen sexo que me prometía, y tras mucho denegarlo,
denegarlo... accedí a quedar con él.
Fuimos a la casa de soltero de mi treintañero. Me recibió con una sonrisa de oreja a oreja, siendo muy consciente de lo que le esperaba; y yo también; desde luego era un hombre dispuesto absolutamente a hacerme disfrutar (os aburriría si os dijera las largas conversaciones/masturbaciones que disfrutamos... o no).
Me dirigió al salón y me senté en el sofá. Me ofreció algo de beber, y los dos bebimos un poco de agua (ya, un poco artificial la situación, pero los dos estábamos que nos subíamos por las paredes, así que era mucho más productivo que haber tomado un refresco o un chocolate con churros). Se sentó en el sofá conmigo:
- Por fin Vanesita... por fin entras en razón -dijo con una sonrisa pícara.
- Bueno, las cosas a su tiempo ¿no? -sí, ahora intenta hacerte la dura, pensaba yo...
- Te lo vas a pasar como nunca. Voy a hacerte de todo.
Y entonces se me acercó y empezó a besarme. Mientras, con la mano que no estaba pegada al respaldo del sofá, empezó a acariciarme, desde la barbilla, bajando primero por el cuello, muy despacio. Siguió besándome por el cuello, mientras con la mano avanzaba entre mis pechos, que, muy lejos de empezar, continuaban con ese maravilloso cosquilleo. Me masajeó despacio pero con firmeza.
- Cómo me pones, jovencita.
Tras dejar de besarme, deslizó su mano hacia el hueco entre mis piernas, las que separé de forma instintiva, mientras me miraba con una mirada intensa y llena de lujuria. Me volvía loca pensar que estaba en sus manos, porque sabía que a pesar del tono de nuestras conversaciones, era un caballero que lo que más deseaba era hacérmelo pasar realmente bien.
Tocó por encima del pantalón, y yo me fijé en el suyo, que estaba, según creo, desde hacía rato, bastante abultado.
- Ponte cómoda. Quítate los pantalones - le obedecí, y retomó su ejercicio por encima de las bragas, lo que me hacía sentir mil veces más sus movimientos, en una ya abundante humedad, que prácticamente empezó cuando llamé al timbre de su casa -. Tócame. Pon esa manita en mi paquete.
Hice lo que me decía, y palpe su enorme bulto, hecho que me provocó, si cabía, un aumento notable de la humedad entre mis piernas. Entonces, decidió que la tela que nos separaba era demasiado (yo estaba más que de acuerdo) y jugueteó con mis bragas hasta colarse directamente con su mano en mi coño tan húmedo como virgen. Un gemido de intenso placer salió desde mi garganta. Se acercó para darme un fuerte beso, y después se desizo de mis bragas.
- Mmmmm... - dijo mientras me separaba las piernas y me veía completamente liberada -. Qué rico.
Volvió a meter su mano entre mis piernas, muy despacio, jugando primero con mi clitoris, y ganando después terreno por todo el recorrido de mi empapada raja. Era consciente de mi cara de placer, y sabía que si aceleraba lo más mínimo las cosas, haría que me corriera sin ningún esfuerzo. Así que, mientras me encontraba en un punto de lo más placentero, acariciándo yo frenéticamente, aunque sin darme cuenta, su paquete, fue acerándose a mi agujerito.
- Estás empapadísima. Te meteré primero un dedo. Entrará como la seda. Tú sólo disfruta.
No hizo falta contestación para que supiera que estaba completamente a su merced. Mientras con la palma de su mano seguía rozándome el clitoris, acercó sus dedos al agujero de mi vagina y empezó a penetrar súper despacio con uno de ellos. Yo ya me había masturbado antes, aunque nunca me había llegado a penetrar ni con un sólo dedo, pero sabía que si seguía tranquila, mi cuerpo le dejaría entrar fácilmente entre todo ese lubricante que soltaba.
Entró el dedo despacito, y yo di un respingo, al sentirlo dentro de mí mientras me seguía acariciando.
- Muy bien, cachonda. Ahora otro dedito.
Con éste fue algo más deprisa, aunque en la misma línea. El respingo en este caso se convirtió en un gemido cargado de placer y erotismo que le dijo exactamente en qué punto me encontraba.
- Muy bien, Vane. Me encantas, preciosa. Ahora quiero que te corras mientras te follo con mi mano.
Comenzó a mover con más velocidad toda su mano, introduciendo y sacando los dedos de mi agujero y rozándome de forma simultánea el resto del húmedo coño. Sentía mi lasciva mirada, con una mezcla entre súplica de espera (era un momento fabuloso) y desesperación por llegar a lo más alto. Fuera cual fuera la que más le llegara, repitió los movimientos de la forma más frenética posible, llevándome al borde del mejor orgasmo que había tenido hasta entonces.
- Eso es, pequeña, quiero que te corras. Córrete para mí.
Entre lo que sentía entre mis piernas y en lo más profundo de mí, el ruido que las húmedas embestidas de su mano provocaban en mi coño, y las guarradas que me decía, me corrí con la mayor fuerza que lo había hecho nunca, herizando y encorvando todo mi cuerpo, dejando caer mi cabeza hacia atrás, mientras el no paraba de meter y sacar, meter y sacar, los dedos de mi agujero, que se había acostumbrado a su presencia de la mejor forma posible.
- Dios, nunca me lo había pasado también -le dije.
- Eres increíble. Me has puesto a mil. ¿Te apetece conocerme un poquito mejor, mientras repones fuerzas?
- Mmm... Sí.
Me sonrió y empezó a desabrocharse el pantalón. Lo bajó hasta sus rodillas. Ahora sí que tenía una vista alucinante de su polla batallando contra el slip.
- Os presento otra vez.
Sabiendo que me encontraba completamente a sus pies (no literalmente, todavía), me cogió la mano y la plantó sobre el paquete. Lo acaricié sobre la tela disfrutando de la increíble dureza y la suavidad que se divinaba más allá del calzoncillo.
- ¿Te gusta, pequeña?
- Me encanta -le miré a la cara y aumenté el ritmo de mis caricias.
- Bien... se te da de lujo preciosa. Pero mucho mejor sin barreras de por medio -se bajó el calzoncillo, haciendo que su pedazo de rabo se levantara de golpe-. Te voy a enseñar cómo se hace.
Volvió a coger mi mano y la puso sujetando con mis dedos su polla. Mientras me miraba, deslizó nuestras manos sobre su mástil al ritmo que más le gustaba. Yo me estaba poniendo a cien al saber que le estaba haciendo una paja a ese tío que tanto me ponía. Retiró su mano y dejó que fuera yo sola quien le siguiera masturbando. Cuando cogí un poco de confianza y vi su comodidad, aumenté el ritmo de la fricción.
- Joder, sigue así, pequeña. Lo haces genial.
Le pajee más rápido mientras con sus caderas hacía movimientos hacia arriba y hacia abajo, deslizándose en mi mano, mientrsa yo veía aparecer y desaparecer la cabeza de su pene.
- Eso está pero que muy bien. Y tú haciéndome esperar tanto tiempo. ¿Te vas entonando?
- Ya lo creo que sí -le dije con una sonrisa.
- Perfecto. Entonces ahora quiero conocer esa boquita. Baja la cabecita y dame un besito en esta cosa que tengo tan dura.
La verdad es que esto me daba un poco de asco, teniendo en cuenta la sustancia que él expulsaba, pero el simple hecho de lo que me había dicho y ejecutar esa acción me ponía cachondísima. Así que, me agaché con un "no sé si sabré hacerlo"
- Seguro que sí. Tú tranquila.
hasta estar a la altura de su polla. Él me sujetaba suavemente de la cabeza. Saqué mi lengua y la deslicé por la punta, mientras con mi mano sujetaba el tronco. Lamí un poco más, con más confianza. "Muy bien... -me dijo". Seguí lamiendo la cabeza un poco más, hasta que decidí que era hora de tragarmela. Me coloqué un poco más encima y me metí su capullo en la boca.
- Oh... joder... Qué gusto. Adoro esa boquita. Mueve la lengua.
Así que moví la lengua sobre su polla mientras le bombeaba con mi mano. Saqué y metí la punta de mi boca hasta que me vi con más capacidad y profundicé un poco más. Cuando alcancé algo de ritmo, le di más velocidad, metiéndomela cada vez más, mientras él me sujetaba de la cabeza y empezaba ese exquisito movimiento de caderas.
- Mmmm. Me encanta. Estos sí que es una buena mamada.
Por razones que desconozco, conseguí llegar a una buena coordinación sin ahogarme demasiado, así que aumentó el ritmo de sus caderas.
- ¿Te gusta? -asentí como pude-. Pues voy a follarte la boca.
Me apartó suavemente y se levantó del sofá. Me tocó el coño un poco para ver cómo estaba (cual charco) y se puso delante de mí.
- Toma rabo, Vanesita.
Me encaramé a su polla con mi boca, y cuando recuperé el ritmo de antes, me cogió de la cabeza y empezó a mover las caderas, de más despacio a más rápido, para follarme la boca. Mientras yo intentaba controlar un poco el ritmo, masajeándole con mi mano por su polla toda llena de saliva, tocando de vez en cuando sus huevos, otras veces sus piernas, su estómago y su culo. Él levantaba el cuello de placer, mientras me sujetaba del pelo y la cabeza.
Paró por un momento para apartarmela de la boca. Me levantó la cara y, sujetando ahora la polla con su mano, jugueteó con ella a su antojo por mi cara y mis labios, pasándome la punta por todas partes, más o menos rápido, dando golpecitos.
- Abre la boca.
Acercó la punta y me la rozó entre los labios, para hacer esa pequeña follada sólo con la punta. Después volvió a meterme más longitud y a recuperar el ritmo anterior. Cuando ya llevábamos un rato, empecé a escuchar cómo aumentaba el ritmo de su respiración, sus gemidos eran más fuertes, y me seguía diciendo cosas: "eso es zorrita, sigue chupando". "Mmm, cómemela, qué bien lo haces". "Toma rabo, mi virgencita".
"Toma, toma... hummm... jodeer...".
- Estoy a mil, voy a correrme. Quiero hacerlo en tu boca, ¿vale? Vas a seguir tragando un poco más.
Tan taponada y cachonda como estaba, no se me ocurrió otra cosa que medio asentir. Mientras empezaba a correrse entre convulsiones de su cuerpo y sus caderas, seguía follándome la boca, cuando note el primer chorro. Después, al verme algo apurada, redujo el ritmo, dejó de sujetarme la cabeza, y empezó a pajearse frenéticamente para echarme todos los chorros dentro y fuera de mi boca, restregándome la punta contra los labios.
- Sí, putita, síii... toda mi lefa para ti.
Cuando acabó de correrse, me limpié lo que se me había salido de la boca (lo demás lo tragué, no sin falta de asco) y lo restregué todo con mi mano por su polla, haciéndole un buen masaje post-orgamos/post- mamada.
- Muy bien pequeña. Qué rápido aprendes -me dijo mientras me acariciaba la cara y la cabeza.
Volvió a sujetarme y a meterme la polla algo desinflada y manchada de lefa en la boca muy despacio. Después la sacó y se agachó para besarme.
- Qué bien lo has hecho. Me pones a mil. ¿Quieres que te coma el coñito para poder follarte después con
esta polla?
- Me muero de ganas. Estoy cachondísima.
Nos quitamos lo que nos quedaba de ropa, que era la parte de arriba. Me dijo que estaríamos más cómodos en una cama, así que me llevó hasta su habitación. Me tumbó boca arriba en la cama, me abrió las piernas y se colocó entre medias. Estaba completamente encima de mí. Me empezó besando la boca. Bajó por mi cuello cuando ya indagaba con sus manos por todo mi cuerpo. Por mis pechos, mi cintura, mis piernas, entre mis muslos y, finalmente, en mi húmedo coño.
Bajó después su juguetona boca por mi cuerpo, deteniéndose en mis grandes pezones, alzando de vez en cuando los ojos para ver mi cara de disfrute. Bajó por mi casi plano estómago hasta situarse entre mi ombligo y el centro de mis piernas. Me subió las piernas para tenerlas dobladas a la altura de mis rodillas y se introdujo entre ellas. Comenzó jugando con sus manos como en mi primer orgasmo, recreándose en mi clítoris, sabiendo el placer que me daba, hasta asegurarse que podía introducir algún dedo.
- ¿Te gusta?
- Me encanta. Jamás me había sentido tan bien -le dije con completa sinceridad.
- Pues aún te queda lo mejor. Voy a comerme todo ese coñito virgen.
Acercó su cara a mi cuerpo y empezó dando un pequeño lametón a mi clítoris. Ese simple hecho me puso a mil. Nunca había sentido un gusto igual; sobre todo cuando aumentó la frecuencia. Dio más lametones a mi clítoris mientras con su mano seguía tocándome todo el coño e introduciendo de vez en cuando uno o dos dedos entre todos mis jugos. Amplió el recorrido de su lengua, succionando a veces el clítoris, hasta que después bajo en dirección al agujero.
Yo ya gemía de placer cuando pasó con su mano al clítoris y dedicó su lengua a mi hambriento agujero. Lo chupeteó con saña mientras me seguía masajeando.
- Qué rico que está este chochito virgen. Me vuelve loco.
Me miró con cara de lujuria, volvió a bajar la cabeza para introducirme esta vez por el agujero la lengua, plantando sus labios por alrededor. Siguió masajeando, frotando, introduciendo dedos y lengua hasta que vio que estaba al borde del éxtasis. Por suerte lo hizo con cierta calma, o no hubiera conseguido esperar al siguiente asalto.
- Dios, me ha encantado. Qué placer, esto es increíble.
- Me alegro de que te guste, es lo que más quería hacer desde hace mucho tiempo. Y ahora, si te parece, aunque me encantaría que te corrieras en mi boca, lo dejaremos para otra ocasión, porque me apetece meterte la polla y tener el placer de desvirgar a esta muchachita de una vez por todas.
- Mmm. ¡Sí! -me volvía loca de sólo pensarlo.
Subió por mi cuerpo hasta situarse cadera con cadera, encajado entre mis piernas.
- Ve despacio, por favor. Me aterra que pueda doler, con ese pedazo de manubrio que gastas -se rió.
- No te preocupes. Te lo haré súuuper despacito para asegurarme de que lo único que sientas sea placer. No tengo ninguna prisa. Además, estás empapadísima, seguro que resulta súper fácil. Avísame cuando quieras que pare.
Se irguió sobre la cama para coger un condón de la mesilla. La visión de cómo se lo colocaba me encantó. Volvió a su lugar en la cama para besarme y, sosteniendo su cuerpo sobre el mío con sus brazos, empezó a hacer fricción con su polla por mi coño.
- Pf, ya sólo eso me encanta -le dije.
Ver sus caderas y su culo moverse entre mis piernas me ponía a cien. Al fin, se agarró la polla con la mano y repitió las caricias con la punta, a través de mi coño, mostrando atención a mi clítoris y después a mi agujerito, que empezaba a dilatarse entre tanto flujo, ansioso por recibir ese enorme pedazo de carne.
Me miró esperando mi afirmación, o todo lo contrario, y cuando vio mi cara de complacencia, empezó a presionar la cabeza de su polla contra mi agujero. Yo me sujetaba a sus brazos cuando de repente noté que la punta se había deslizado fácil e indoloramente dentro de mí. Sentirle así me puso aún más cachonda, así que le pedí más aferrando con fuerza mis dedos a sus brazos y su espalda.
- Muy bien preciosa, todo como la seda. ¿Quieres que te la siga metiendo?
- Pf. Sí, por favor. Me muero de ganas.
Volvió a besarme, seguía jugando con su lengua en mi boca cuando noté que embestía lentamente con sus caderas, introduciéndome poco a poco todo su pene en mi vagina. Cuando la enterró todo lo posible noté el roce de su cuerpo contra todo mi coño, y expulsé un gemido de placer. Me sonrió y repitió los movimientos anteriores; retiró su envergadura para volver a introducirla lentamente, mirándome a los ojos.
- ¿Todo bien?
- No podría ir mejor. Me lo estás haciendo perfecto.
- Me alegro.
Y con esto y una sonrisa, aceleró el ritmo de sus caderas, en ocasiones metiendo polla que yo no sabía ya de donde salía. Mis gemidos eran un ronroneo constante, mientras su respiración se aceleraba al ritmo de sus embestidas. Veía su culo de deportista subiendo y bajando sobre la cama, y escuchaba el húmedo sonido de la follada que me estaba haciendo disfrutar como nunca. Me besaba el cuello cuando bajó su mano hacia mi coño para acariciarlo, lo que se transformó todo junto en un placer como jamás hubiera podido creer podría sentir.
- Si sigues haciendo eso, me voy a correr. Ve un poco más despacio, que esto está demasiado bien.
- No, no. Tú no te vas a correr, eso está claro -dijo con una sonrisa picarona-. Ahora que has probado de lo bueno, este tío quiere follarte un poquito más fuerte. Ponte a cuatro patas como una gatita.
Le obedecí con una sonrisa picarona, por mucho que me fastidiara tener que quitármelo de encima por un momento. Me puse de espaldas a él, tal como me dijo, a cuatro patas. Se acercó por detrás y noté su polla contra mi culo. Me acarició la espalda y el resto del cuerpo, moviendo sus manos por mi abdomen y mi cintura. Me abrió un poco más de piernas para meterme la mano por el coño, primero por delante, y luego accediendo desde detrás, anticipando lo que me iba a enchufar inmediatamente después.
Miré hacia detrás, quizá con un poco de impaciencia, a pesar del disfrute, después de haber probado polla de verdad... Acercó más sus caderas y noté la punta en los labios de mi coño. Volvió a restregarse húmedamente por todo el espacio entre mis piernas, esperando habituar más, si aún cabía, la zona a su pollón.
- Eso es perrita, tu coñito se va a zampar toda esta verga.
Con mucha más confianza que en la primera vez, y con la misma facilidad, embistió con sus caderas y me empaló, en principio, lentamente. Solté un gemido mientras acariciaba mi cuerpo, con su polla completamente dentro de mí, cuando dedicó sus manos a estabilizar mis caderas para empezar a follarme de verdad. Aceleró el ritmo de sus embestidas, entrando y saliendo su miembro de mi agujero, al que sólo le faltaba hacerle la ola, mientras yo gemía de placer incontenible.
Se tumbaba sobre mi espalda para acariciarme mejor y poder besarme de vez en cuando. Metía sus manos entre mis piernas, acompañando la follada con una grandísima masturbación. Luego se erguía de nuevo de rodillas sobre la cama, para volver a sujetarme el culo y penetrarme con fuerza. Sentirme en esa posición me parecía una maravilla. Aunque nunca había estado con un hombre, y, a pesar de considerarme una mujer fuerte e independiente, siempre me había excitado la idea de sentirme sumisa a un hombre al hacerme cualquier cosa durante el sexo, y era justamente lo que estaba haciendo. Escuchaba su respiración de hombre dominante durante el sexo, metiendo cada vez más rápido entre ruidos de sexo húmedo.
- Oh... Síiii. Joder, como me gusta follarte. Qué ganas tenía de tenerte así, como mi perrita follada.
- Mmm. Sí, me encantas. Sigue así. Sigue follándome, me encanta.
Seguimos durante un rato, hasta alcanzar un ritmo y una fuerza que me hizo agradecer mi condición de deportista. Notaba todo su cuerpo, su caderas y sus huevos, empotrando contra mi culo y mi coño, mientras la cama hacía ruidos que debían de ser quejidos de dolor o de envidia.
- Voy a hacer que te corras -me dijo, mientras se apartaba de mí y me recuperaba a su antojo a la postura inicial, yo boca arriba y él encima.
Me abrió las piernas, se colocó entre ellas de rodillas, en vez de sobre mí, jugueteó con su mano en mi bientratado coño y acercó de nuevo su polla.
- Mmm, síiii -gemí de placer.
Me metió todo el rabo, cada vez con más confianza, y me folló un poquito, hasta que se quedó parado completamente introducido dentro de mí.
- Esto te va a encantar -me dijo.
Y tal y como me había prometido en alguna ocasión durante nuestras tórridas conversaciones, me masturbó el coño con su polla dentro de mí. Le miraba con una cara de placer incontenible mientras se recreaba con mi cuerpo.
- Pf, me voy a correr. Estoy a mil -le dije con respiración entrecortada.
- Perfecto.
Siguió masturbándome maravillosamente cuando decidió acompañar sus manos con el movimiento de su polla dentro de mí. Es decir, volvió a follarme con la polla que había permanecido enterrada en mi coño mientras con sus manos me deleitaba con un húmedo masaje. Aumentó el ritmo de las embestidas y de la masturbación hasta que me sintió venirme, cuando se acomodó sobre mí con todo su cuerpo sobre sus brazos, para follarme con todas sus fuerzas.
Me follaba. Me estaba haciendo llegar al orgasmo. Me sujeté a su cuerpo. Observé sus caderas oscilar a gran velocidad sobre la cama, pegando todo su tronco al mío, haciéndome sentir cada centímetro de su piel contra la mía. Me folló y me folló, rápido y fuerte, cada vez más.
- Arggg... síiiiii, qué ricooo -me decía.
- ¡¡Mmmmm!! Sigue, sigue. ¡Fóllameee!
Hasta que en una descarga increíble me corrí con sus embestidas. Me sujeté más fuerte a sus brazos, clavando mis cortas uñas en su piel. Mi cabeza volvió a adquirir vida propia, al convertirse junto con el resto de mi cuerpo en un cable de alta tensión que se encorvaba sin ningún control. Aún disfrutaba de mi orgasmo con su polla dentro de mí, cuando él, un poco más tarde, empezó a correrse. Soltó un fuerte gemido y aceleró las embestidas, moviendo su cuerpo histéricamente sobre el mío, haciéndome acabar con un placer corporal y sensorial increíble.
Cuando acabamos de nuestros respectivos orgasmos, siguió moviéndose lentamente dentro de mí, mientras yo sujetaba su culo para que no se escapara antes de tiempo. Seguimos así durante un rato, disfrutando de nuestros cuerpos recién liberados. Finalmente, nos separamos.
- ¿Te ha gustado, pequeña?
- Ha sido increíble. Me has follado de una manera increíble, ha sido perfecto -dije, mientras nos levantábamos y nos dirigíamos al salón.
- Ya te dije que te esperaba caña de la buena. Yo me lo he pasado genial. Ha sido uno de los mejores polvos de mi vida. Me moría de ganas de desvirgar a esta jovencita tan cachonda -me dijo mientras se me acercaba para besarme y manosearme el culo.
Nos vestimos tranquilamente, sabiendo que yo debía volver a casa, mientras recreábamos el polvazo que habíamos echado. Volvió a acercarse para besarme y manosearme un poco más.
- No empieces así, que a este paso acabamos como hace un rato -le dije.
- Por mi perfecto -dijo con una sonrisa picarona.
Nos despedimos en la puerta, no sin ganas los dos de haber seguido aquel increíble día disfrutando de un sexo increíble. Definitivamente, me lo había pasado genial descubriendo el sexo con él.
- Adiós pequeña. Te llamaré. Llámame cuando quieras, que sabes que estoy disponible para hacértelo pasar muy bien.
- Sí, eso ya lo sé.
- Jajaja. Me ha costado convencerte, pero por fin te he echado un polvo. No sabes que a gusto me quedo habiéndote quitado la virginidad. Ha sido todo un placer, encanto. Que sepas que tienes un polvazo.
Nos despedimos y caminé con una sonrisa de idiota por toda la calle. Cuando llegué al tren, hasta sentarme en el asiento me resultó excitante. Desde luego, tanto sexo sólo provocaba más ganas de sexo.
Antes de volver a quedar con él otra vez, seguimos hablando por teléfono. En nuestras conversaciones hablábamos de ese día tan increíble que habíamos pasado juntos, y volvía a esforzarse (no necesitaba demasiado) para ponerme a mil y desearle otra vez. Hablamos de aquel tema que surgiera alguna vez de si a mí me gustaría hacérmelo con dos tíos, "uno follándote, y otro poniendo su polla en tu boca", me decía. La idea le excitaba tanto como a mí. Pero en fin, ésa ya es otra historia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja un comentario